ÁMBITOS

Explicar el movimiento tectónico de placas a un grupo de chavales de 12 años puede parecer una misión imposible.
Bueno, no, explicarlo tira que va… pero que lo comprendan, lo interioricen, y sean capaces de explicárselo a otros… eso es otra historia.
Yo lo conseguí, disfrutaron ellos y disfruté yo, y solo había que usar natillas calientes y galletas flotando… una imagen fácil de recordar. Igual nos pasó con la vida de un virus (nos convertimos en uno por unos días), la mitología egipcia (hicimos un concurso de dioses, cualidades y beneficios de cada deidad), la evolución del ser humano (ahí inventamos una especie de Monopoly de la prehistoria)… y tantos otros contenidos que refleja el currículo de primero de ESO.
Y eso que en mi nómina dice que soy profesora de Lengua Castellana y Literatura, pero cuando empecé a trabajar por ámbitos en La Font de Sant Lluís, me pareció un proyecto fascinante.
Por eso me ha dolido en el corazoncito leer “El modelo se aplica con éxito en toda España desde 1994 a alumnos que van mal” en el artículo de hoy de El País. ¿A alumnos que van mal? Ahí va… Quizá en un principio fue así, pero su éxito lo ha hecho evolucionar a muchos otros proyectos aplicados en cientos de aulas ordinarias, en España y más allá de nuestras fronteras. Qué manera tan equivocada de vender una filosofía tan buena…

Señores y señoras pensantes, trabajar por ámbitos es trabajar como en la vida real. A nadie le plantean un problema en su vida cotidiana que requiera la puesta en práctica de habilidades relativas a una materia, más bien es al revés, quien es capaz de combinar elementos inesperados de diferentes ámbitos suele ser quien da con la solución más innovadora y eficiente, entre otras cosas porque si estuviera recogida en el manual de una asignatura… no sería un problema de la vida real, ¿no?
¿Y cuando estudian lengua si los proyectos se articulan en torno a los contenidos de geografía e historia?, arguyen encendidos los detractores del trabajo por proyectos y por ámbitos de conocimiento… Y la respuesta es tan simple que cae por su propio peso… ¿Qué vehículo creen ustedes que utilizan esos niños para recibir y transmitir la información? Casualmente… la lengua.

“¿Y esto para qué sirve, profe?” es una pregunta recurrente cuando explico morfología y gramática a los mayores. Nunca me preguntan esto cuando trabajo por ámbitos; aprender es divertido, se empieza sin saber gran cosa sobre algo y se acaba con un producto final del que presumir ante sus familias, ya sea un museo virtual de la evolución de las ciudades o un recital de cuentos de creación propia. Amén del hecho de verse obligados a trabajar empleando las nuevas tecnologías, trabajando colaborativamente y tantas otras inteligencias imprescindibles para la buena marcha de una sociedad equilibrada.
Nuestros alumnos se enfrentan a pequeñas parcelitas diarias, con normas, contenidos aislados descontextualizados, exámenes excesivamente teóricos… y nos creemos que con añadir el EMPRENDIMIENTO en el diseño curricular ya está todo hecho. Pues sí que vamos bien…

Así que me parece estupendo, señores que mandan, haber implementado esta normativa, quizá por razones equivocadas, pero que puede resultar ese cambio que nuestro sistema educativo necesita desesperadamente para adaptarse a una nueva realidad que las altas esferas decisorias no saben o no quieren ver. Ahora, sería un detalle que lo hagan bien, y que pregunten y escuchen a los profesionales convencidos del sistema educativo que llevan años luchando contra todo para poder formar a los chavales de un modo diferente.

Necesitamos un cambio de rumbo para formar a los futuros ciudadanos digitales, que viven, se relacionan, consumen y trabajarán de forma diferente. Y esa formación, señores, no va en paquetitos independientes y forrados, esa formación es un manantial fluido en el que va mezclada y disuelta la vida misma.

Sandra Maset Calpe